jueves, 17 de septiembre de 2009
EL CAMPESINO Y EL DIABLO
El Campesino y el diablo
Érase una vez un campesino ingenioso y muy socarrón, de cuyas
picardías mucho habría que contar. Pero la historia más divertida
es, sin duda, cómo en cierta ocasión consiguió jugársela al diablo y
hacerle pasar por tonto.
El campesinito, un buen día en que había estado labrando sus tierras
y, habiendo ya oscurecido, se disponía a regresar a su casa,
descubrió en medio de su campo un montón de brasas encendidas.
Cuando, asombrado, se acercó a ellas, se encontró sentado sobre las
ascuas a un diablillo negro.
-¡De modo que estás sentado sobre un tesoro! -dijo el campesinito.
-Pues sí -respondió el diablo-, sobre un tesoro en el que hay más
oro y plata de lo que hayas podido ver en toda tu vida.
-Pues entonces el tesoro me pertenece, porque está en mis tierras
-dijo el campesinito.
-Tuyo será -repuso el diablo-, si me das la mitad de lo que
produzcan tus campos durante dos años. Bienes y dinero tengo de
sobra, pero ahora me apetecen los frutos de la tierra.
El campesino aceptó el trato.
-Pero para que no haya discusiones a la hora del reparto -dijo-, a
ti te tocará lo que crezca de la tierra hacia arriba y a mí lo que
crezca de la tierra hacia abajo.
Al diablo le pareció bien esta propuesta, pero resultó que el
avispado campesino había sembrado remolachas. Cuando llegó el tiempo
de la cosecha apareció el diablo a recoger sus frutos, pero sólo
encontró unas cuantas hojas amarillentas y mustias, en tanto que el
campesinito, con gran satisfacción, sacaba de la tierra sus
remolachas.
-Esta vez tú has salido ganando -dijo el diablo-, pero la próxima no
será así de ningún modo. Tú te quedarás con lo que crezca de la
tierra hacia arriba, y yo recogeré lo que crezca de la tierra hacia
abajo.
-Pues también estoy de acuerdo -contestó el campesinito.
Pero cuando llegó el tiempo de la siembra, el campesino no plantó
remolachas, sino trigo. Cuando maduraron los granos, el campesino
fue a sus tierras y cortó las repletas espigas a ras de tierra. Y
cuando llegó el diablo no encontró más que los rastrojos y, furioso,
se precipitó en las entrañas de la tierra.
-Así es como hay que tratar a los pícaros -dijo el campesinito; y se
fue a recoger su tesoro.
FIN
Cuentos Infantiles
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