jueves, 17 de septiembre de 2009

HANSEL Y GRETEL



CUENTOS INFANTILES


Hansel y Gretel

Allá a lo lejos, en una choza próxima al bosque vivía un
leñador con su esposa y sus dos hijos: Hansel y Gretel. El
hombre era muy pobre. Tanto, que aún en las épocas en que
ganaba más dinero apenas si alcanzaba para comer. Pero un buen
día no les quedó ni una moneda para comprar comida ni un
poquito de harina para hacer pan. "Nuestros hijos morirán de
hambre", se lamentó el pobre esa noche. "Solo hay un remedio
-dijo la mamá llorando-. Tenemos que dejarlos en el bosque,
cerca del palacio del rey. Alguna persona de la corte los
recogerá y cuidará". Hansel y Gretel, que no se habían podido
dormir de hambre, oyeron la conversación. Gretel se echó a
llorar, pero Hansel la consoló así: "No temas. Tengo un plan
para encontrar el camino de regreso. Prefiero pasar hambre
aquí a vivir con lujos entre desconocidos". Al día siguiente
la mamá los despertó temprano. "Tenemos que ir al bosque a
buscar frutas y huevos -les dijo-; de lo contrario, no
tendremos que comer". Hansel, que había encontrado un trozo de
pan duro en un rincón, se quedó un poco atrás para ir
sembrando trocitos por el camino.
Cuando llegaron a un claro próximo al palacio, la mamá les
pidió a los niños que descansaran mientras ella y su esposo
buscaban algo para comer. Los muchachitos no tardaron en
quedarse dormidos, pues habían madrugado y caminado mucho, y
aprovechando eso, sus padres los dejaron. Los pobres niños
estaban tan cansados y débiles que durmieron sin parar hasta
el día siguiente, mientras los ángeles de la guarda velaban su
sueño. Al despertar, lo primero que hizo Hansel fue buscar los
trozos de pan para recorrer el camino de regreso; pero no pudo
encontrar ni uno: los pájaros se los habían comido. Tanto
buscar y buscar se fueron alejando del claro, y por fin
comprendieron que estaban perdidos del todo. Anduvieron y
anduvieron hasta que llegaron a otro claro. ¿A que no sabéis
que vieron allí? Pues una casita toda hecha de galletitas y
caramelos. Los pobres chicos, que estaban muertos de hambre,
corrieron a arrancar trozos de cerca y de persianas, pero en
ese momento apareció una anciana.
Con una sonrisa muy amable los invitó a pasar y les ofreció
una espléndida comida. Hansel y Gretel comieron hasta
hartarse. Luego la viejecita les preparó la cama y los arropó
cariñosamente. Pero esa anciana que parecía tan buena era una
bruja que quería hacerlos trabajar. Gretel tenía que cocinar y
hacer toda la limpieza. Para Hansel la bruja tenía otros
planes: ¡quería que tirara de su carro! Pero el niño estaba
demasiado flaco y debilucho para semejante tarea, así que
decidió encerrarlo en una jaula hasta que engordara. ¡Gretel
no podía escapar y dejar a su hermanito encerrado!
Entretanto, el niño recibía tanta comida que, aunque había
pasado siempre mucha hambre, no podía terminar todo lo que le
llevaba. Como la bruja no veía más allá de su nariz, cuando se
acercaba a la jaula de Hansel le pedía que sacara un dedo para
saber si estaba engordando. Hansel ya se había dado cuenta de
que la mujer estaba casi ciega, así que todos los días le
extendía un huesito de pollo. "Todavía estás muy flaco -decía
entonces la vieja-. ¡Esperaré unos días más!". Por fin,
cansada de aguardar a que Hansel engordara, decidió atarlo al
carro de cualquier manera. Los niños comprendieron que había
llegado el momento de escapar. Como era día de amasar pan, la
bruja había ordenado a Gretel que calentara bien el horno.
Pero la niña había oído en su casa que las brujas se
convierten en polvo cuando aspiran humo de tilo, de modo que
preparó un gran fuego con esa madera. "Yo nunca he calentado
un horno -dijo entonces a la bruja-. ¿Por que no miras el
fuego y me dices si está bien?". "¡Sal de ahí, pedazo de
tonta! -chilló la mujer-. ¡Yo misma lo vigilaré!". Y abrió la
puerta de hierro para mirar. En ese instante salió una
bocanada de humo y la bruja se deshizo. Solo quedaron un
puñado de polvo y un manojo de llaves. Gretel recogió las
llaves y corrió a liberar a su hermanito. Antes de huir de la
casa, los dos niños buscaron comida para el viaje. Pero, cual
sería su sorpresa cuando encontraron montones de cofres con
oro y piedras preciosas! Recogieron todo lo que pudieron y
huyeron rápidamente.
Tras mucho andar llegaron a un enorme lago y se sentaron
tristes junto al agua, mirando la otra orilla. ¡Estaba tan
lejos! “¿Queréis que os cruce?”, preguntó de pronto una voz
entre los juncos. Era un enorme cisne blanco, que en un
santiamén los dejó en la otra orilla. ¿Y adivinen quien estaba
cortando leña justamente en ese lugar? ¡El papá de los chicos!
Sí, el papá que lloró de alegría al verlos sanos y salvos.
Después de los abrazos y los besos, Hansel y Gretel le
mostraron las riquezas que traían, y tras agradecer al cisne
su oportuna ayuda, corrieron todos a reunirse con la mamá.

FIN

recopilado por los hermanos Grimm.
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